Interactuar con estos mamíferos de elegante porte y preciosas crines es un alimento para el alma. Así lo reconoció hace miles de años el padre de la medicina, Hipócrates.
Montar a caballo, contribuye a mejorar el equilibrio vertical y horizontal, favorece la reordenación postural y la regulación del tono muscular y optimiza la circulación sanguínea, la coordinación motriz, los reflejos y la planificación motora. Sus ventajas, por otra parte, trascienden el aspecto meramente físico. También favorece la capacidad de regulación emocional de los participantes y contribuye al desarrollo de sentimientos de confianza y valía personal reforzando su autoestima. La interacción con estos animales, asimismo, optimiza el rendimiento cognitivo, facilita la comunicación (verbal y no verbal) y estimula las relaciones interpersonales fuera del ámbito residencial y familiar, en el que los participantes se desenvuelven habitualmente.
Nuestros caballos son de confianza máxima, y lo primero que experimentamos es la armonía de su paso, las vistas del bosque, los sonidos del campo, ríos, vacas, pajaros y la PAZ que todo esto nos provoca.
«Los caballos tienen un corazón tan puro que nos ayuda a sanar el nuestro»